Hubo un tiempo en que me exilié, por motivos empresariales. Dejé España y no sabía si iba a ser para un mes, para seis o para toda la vida. Pero tuve que huir de mi querido país, porque soy emprendedor y por tanto un perseguido del Estado, de los bancos, de los sindicatos, de los jóvenes desempleados y de la sociedad en general, que ven el fracaso o el triunfo con desprecio, ambos.
No podía más, mi país me ha dejado exhausto. Mi mujer y yo pusimos todo lo que teníamos para crear la primera empresa: un año de sueldo que conseguí tras la salida de Telefónica, y una rehipoteca de nuestra casa para conseguir la línea de crédito necesaria para aguantar los problemas de tesorería por impagos! Porque en España, simplemente, no se paga, y si se hace no se hace en tiempo porque no es costumbre. He mostrado mi lealtad emprendedora a mi país, he creado varias pequeñas empresas en España en los últimos años y algunas siguen sobreviviendo, dan beneficios, paga nóminas, e intentan zafarse de los competidores voraces que como moscas de la fruta intentar chupar el jugo del mercado hasta dejarlo seco. Pero todos nuestros esfuerzo no ha servido para seguir creando. Exiliarse significa fundamentalmente encontrarse sólo, terriblemente asustado a la vez que rabioso por la situación. No quería irme. NO. Quería poder hacer aquí lo que iba a hacer fuera, porque para mi no era cumplir ningún sueño tener que dejar a mi familia, a mi mujer, a mis tres hijos, a mis amigos, a mis compañeros, y a mis vecinos para intentar crear una empresa fuera de España. No era un sueño, sino era algo más cercano a una pesadilla. Quería correr a casa y poder tener mil reuniones con colaboradores, inversores, asesores y posibles socios del proyecto, aquí en España. Pero no los hay. Colaborar no es un verbo que se conjugue fácilmente; ¿invertir? No está en nuestro RAE, ¿asesorar? ¿Por cuánto?, ¿y socios? Imposible conjugar con lealtad. Me exilié de mi querida España, con todo el dolor de mi alma y como los que antes me precedieron por terribles razones, lo hice a la fuerza, deseando volver y abrazarme a los que más quiero. En el bolsillo llevaba un nuevo crédito, y por tanto nuevas deudas. Y en el corazón llevaba a mi familia, a mis amigos y a la gente de bien que se alegrarían de mi éxito, y me abrazarán en mi fracaso. Fracasé.
Comentarios
|
Info, respuestas, soluciones e ideas para emprender o transformarteSuscríbete
Y recibe gratis la guía que te ayuda a alcanzar tus objetivos.
Categorías
Todo
Archivos
Marzo 2019
Raúl de la CruzInconformista, sincero y, por encima de cualquier cosa, honesto. Me gusta leer (de todo), escribir (de lo que sé), escuchar (a todos) y sobre todo aprender (de todos). Emigré a Internet en el año 92, y desde entonces vivo allí, observando desde una ventana indiscreta. |