¿Tienes 40, 45, 50 años y te acaban de echar de tu empresa? Nada esperado. Eras un directivo bien considerado, cumplías tus objetivos y tu jefe, te dice, confiaba en ti plenamente. Y hoy vives tu primer día, de los últimos 20 años, en el que no tienes que ir a la oficina. No tienes nada que hacer. Son las 11 de la mañana. Te has tomado ya tu cuarto café, no hay nadie en casa y te sientas en el sillón del salón, reflexionando sobre tu nueva situación. Tienes sensaciones raras, agridulces. Seguramente te abruman los miedos, la sensación de vacío. Tal vez incluso te sientes absolutamente traicionado por la empresa a la que diste los mejores años de tu vida. Por tus venas, sentías, corría sangre del color del logo de tu empresa. Y aquí estás, solo, sin nada que hacer. Casi como desahuciado. Cada minuto del día tarda una hora en pasar y es sólo el primero de tantos que quedan.
Conozco perfectamente esa sensación porque la he vivido muy de cerca, muchas veces. Buenos amigos, familiares, compañeros, alumnos,... tras 15, 20, 25 años de dedicación plena a su empresa son invitados a abandonarla y no en las mejores condiciones para afrontar el futuro. Recuerdo una amiga que me decía que no se atrevía a ir a comer a casa de su suegro y que éste le preguntara por su situación, ni tampoco salir a la calle a las 11 de la mañana y que algún vecino la viera. Se sentía avergonzada. Y en estos momentos de nada sirvieron todos esos libros de la sección negocios que había leído en los últimos años: “Empresas que sobresalen”, “Dare to Lead”, “Biografía de Lee Iacocca”, “De Pepsi a Apple. John Sculley”, “Quién se ha llevado mi queso”... y devoraba los de nuevo cuño: “La Práctica de la Atención Plena”, “El Poder del Ahora”, “La paz está en tu interior: Prácticas diarias de mindfulness”. Tampoco la sacarían del pozo. No es que todos esos libros sean “bullshit” , pero... cuando el sentimiento de traición y abatimiento se apodera de nuestro ser, no hay libro que pueda sacarnos del pozo al que, sólo nosotros nos lanzamos y del que solo nosotros podemos salir. Pues, tal vez por la experiencia de haber vivido mucho, como dice la canción de Pablo López: “Santa libertad. Muéstrame el camino. Dame una razón. Para pensar que sigo vivo” Piensa cuántas veces has pensado que lo que hacías no te gustaba; o piensa cuántas veces te has dicho que si pudieras no volverías mañana a trabajar. Cuántas fueron las que pensaste que ya no aprendías nada de tu jefe, y que los últimos cambios en la compañía con la incorporación de anglosajones o pseudo gurus como salvadores del mundo, o de millenials como garantes de la transformación digital fueron unas verdaderas cagadas. Claro, claro, sé que estarás pensando que todo sería distinto si no tuvieras 40,45 o 50 años, si no tuvieras hijo, una hipoteca, un préstamo del coche,... Lo sé. Pero la vida es así. Y los fracasos, como los éxitos, son parte de ella. Lo que es evidente es que hoy, en la situación en que te encuentras, estás pensando en tí, de manera consciente, tal vez por primera vez en mucho tiempo estás pensando en tí, en tu vida, en tu presente, pasado, futuro. Estás dedicándote tiempo a ti. ¿Con miedo? Sí, seguramente con miedo, pero ahora estás tú en el centro de tus pensamientos. No la empresa para que la trabajabas. Tú y solo tú, ante ti. Y tal vez no te des cuenta, por ahora, pero por primer vez en muchos años eres ¡libre!, Absolutamente libre. Y eso es lo que te han devuelto, la libertad. El famoso libro “El hombre en busca de sentido” del famoso psiquiatra austriaco Viktor Emil Frankl, que nos plasma sus experiencias y aprendizajes vitales mientras sufrió los horrores de los campos de concentración nazis, nos da las tres claves de lo que es la esencia de la vida: sufrimiento, actitud y amor. Y para todo aquel que en estos momentos estén viviendo situaciones complicadas, me gustaría se regalasen una cita de Frankl extraída de su libro: “A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino.” Hace muchos años decidí tomar las riendas de mi vida, emprender, ser dueño de mi propio destino, de mi día a día. Es cierto que nunca he vuelto a tener un salario como el que tenía cuando trabajaba en una multinacional, ni el supuesto reconocimiento profesional de entonces, ni viajo en business class, ni paso la mitad del mes en ciudades maravillosas como Nueva York, o Río de Janeiro, Miami,... Pero hoy he comido con mis hijas, como tantas otras veces, he disfrutado de sus historias, de sus cosas, de su conversación. Nos hemos reído. Son geniales. Hoy he podido disfrutar nuevamente de cosas sencillas que la vida de la gran empresa me impedían ver. Hoy me siento libre. ¡Santa Libertad! que me enseñó el camino. Confía.
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Marzo 2019
Raúl de la CruzInconformista, sincero y, por encima de cualquier cosa, honesto. Me gusta leer (de todo), escribir (de lo que sé), escuchar (a todos) y sobre todo aprender (de todos). Emigré a Internet en el año 92, y desde entonces vivo allí, observando desde una ventana indiscreta. |